La especialidad de la casa parecen ser los tipos elegantes de películas de época y diplomáticos distinguidos. Pero si le piden “una de nazi psicópata”, responde “marchando” y nos sirve su estremecedora interpretación del nazi Amon Goeth, que le puso en bandeja una nominación al Oscar al mejor actor. Con muy pocos gestos, es capaz de expresar el conflicto moral de un concursante corrupto, la esquizofrenia de algún que otro asesino. Para los más pequeños, siempre será aquel no debe ser nombrado, pero lo cierto es que el nombre de Ralph Fiennes no para de sonar.
Nacido el 22 de diciembre de 1962 en Suffolk (Gran Bretaña), Ralph (pronúnciese algo así como “reif”) Nathaniel Fiennes fue el hijo mayor de un fotógrafo y una pintora y novelista. El talento no falta en la familia, pues casi todos sus hermanos se dedican a diferentes disciplinas artísticas, aunque los más conocidos son Joseph (protagonista de Shakespeare enamorado) y Martha, directora que trabajó con el propio Ralph en Onegin. Los Fiennes son religiosos, pues uno de los tíos de Ralph es sacerdote anglicano y profesor de teología en Cambridge, el actor tiene un tío-abuelo monje benedictino y él mismo estudió en un prestigioso centro religioso para chicos llamado Wordsworth School. Primero quiso ser pintor, por lo que se matriculó en la Escuela de Arte de Chelsea, pero enseguida lo dejó para estudiar interpretación, en la Royal Academy of Dramatic Arts. Como buen actor inglés, no tardó en pasar por la Royal Shakespeare Company, en 1988, y por supuesto interpretó a diversos personajes del genial dramaturgo. “Quise convertirme en actor porque me gustaba el teatro, más que el cine. Me encanta estar frente al público y cada función es completamente diferente. No soportaría dejar el teatro”, ha declarado Fiennes, autodeclarado “fanático de Shakespeare”. Además de hacer carrera en los escenarios, enseguida se le pudo ver en la pequeña pantalla, interpretando al mítico T. E. Lawrence en el telefilm Lawrence después de Arabia.
Ralph Fiennes debutó en el cine interpretando junto a Juliette Binoche al rencoroso Heathcliff en Cumbres borrascosas, versión de la novela de Emily Bronte más completa que la de William Wyler, pero infinitamente inferior. Pasó tan desapercibida que en España sólo se estrenó cuando el nombre de Fiennes empezaba a sonar. Tres cuartos de lo mismo ocurrió con El niño de Macon (rodada en 1993 y estrenada en España en 1998), un pretencioso drama de Peter Greenaway, donde era el hijo de un obispo anglicano, seducido por Julia Ormond. Así las cosas, Ralph Fiennes era un completo desconocido para el gran público, cuando el exigente Steven Spielberg le escogió en un casting para interpretar al sádico nazi Amon Goeth, en La lista de Schindler. Fiennes aprovechó la oportunidad mostrando con su elaborado trabajo la complejidad de un personaje que se odia a sí mismo, lo que desencadena explosiones irracionales de violencia y locura. Convertido en estrella, Fiennes obtuvo también una nominación al Oscar al mejor secundario.
Parece ser que en ese momento, le empezaron a llover las ofertas. Supo atinar de nuevo, escogiendo Quiz Show, film de Robert Redford que advertía de la manipulación televisiva, en la que interpretaba a Charles Van Doren, tipo de buena familia que participaba en un concurso amañado. Aquí sorprendía la capacidad de Fiennes para mostrar con pocos gestos el complejo dilema moral al que se enfrentaba su personaje, lo que también supo hacer en El paciente inglés, de Anthony Minghella. Allí, encarnaba al conde Laszlo de Almassy, incapaz de frenar la pasión amorosa que sentía por la esposa de uno de sus ayudantes. Aunque volvió a optar al Oscar, esta vez como actor principal, y la sobrevalorada película se hizo con la exageradísima cifra de nueve estatuillas, Ralph Fiennes fue de los únicos nominados del film en quedarse viéndolas venir.
No todo a Fiennes le ha salido bien. Divorciado de la actriz Alex Kingston, una de las doctoras de la serie Urgencias, acaba de romper con Francesca Annis, también actriz, con quien mantenía una relación desde hace once años. Ésta trabajó en un breve papel con el actor en Onegin, interesante adaptación de una novela del ruso Alexander Pushkin. Pasó injustamente desapercibida, mientras que el thriller de ciencia ficción Días extraños, Oscar y Lucinda y Sunshine supusieron pequeñas decepciones, y la adaptación de la serie Los Vengadores fue el fracaso artístico más estrepitoso de toda su carrera, y también de la Uma Thurman y Sean Connery. Acogida con la misma falta de entusiasmo, pero mucho más interesante es El fin del romance, en la que Neil Jordan llevaba al cine una obra de Graham Greene que había sido adaptada anteriormente con el título Vivir un gran amor. Fiennes volvía a brillar como novelista con numerosos elementos autobiográficos del propio Greene, y de nuevo entregado a una pasión extraconyugal. Dignos de mención son sus complejos retratos de psicópatas en El dragón rojo y Spider, y su incursión en la comedia romántica con Sucedió en Manhattan. El año pasado, Ralph Fiennes no paró de trabajar. Permanecen inéditas la tragicomedia The Chumscrubber, y el drama de época The White Countess, de James Ivory, con guión de Kazuo Ishiguro. “Es un film de otra época. Creo que será muy criticado por ser demasiado literario, porque incluye largos diálogos de los protagonistas. Pero Yasujiro Ozu también incluye largos diálogos en Cuentos de Tokio, considerada una obra maestra del Séptimo Arte”, comenta el actor. Tampoco se ha estrenado en nuestro país Chromophobia, segundo trabajo de su hermana Martha. Ofreció uno de los mejores trabajos del año como diplomático enamorado en El jardinero fiel. “Mi personaje, Justin, supuso un reto para mí. Porque es un diplomático forzado a reprimir sus emociones por su dedicación profesional, pero su relación con Tessa le permite explorar todas sus cualidades”, explica. Y tuvo tiempo para ponerle la voz al engreído cazador de Wallace y Gromit, la maldición de las verduras. También encarnó al diabólico Voldemor, el villano que acabó con la familia del protagonista, en Harry Potter y el cáliz de fuego, personaje que retomará en las siguientes entregas de la saga.
Nacido el 22 de diciembre de 1962 en Suffolk (Gran Bretaña), Ralph (pronúnciese algo así como “reif”) Nathaniel Fiennes fue el hijo mayor de un fotógrafo y una pintora y novelista. El talento no falta en la familia, pues casi todos sus hermanos se dedican a diferentes disciplinas artísticas, aunque los más conocidos son Joseph (protagonista de Shakespeare enamorado) y Martha, directora que trabajó con el propio Ralph en Onegin. Los Fiennes son religiosos, pues uno de los tíos de Ralph es sacerdote anglicano y profesor de teología en Cambridge, el actor tiene un tío-abuelo monje benedictino y él mismo estudió en un prestigioso centro religioso para chicos llamado Wordsworth School. Primero quiso ser pintor, por lo que se matriculó en la Escuela de Arte de Chelsea, pero enseguida lo dejó para estudiar interpretación, en la Royal Academy of Dramatic Arts. Como buen actor inglés, no tardó en pasar por la Royal Shakespeare Company, en 1988, y por supuesto interpretó a diversos personajes del genial dramaturgo. “Quise convertirme en actor porque me gustaba el teatro, más que el cine. Me encanta estar frente al público y cada función es completamente diferente. No soportaría dejar el teatro”, ha declarado Fiennes, autodeclarado “fanático de Shakespeare”. Además de hacer carrera en los escenarios, enseguida se le pudo ver en la pequeña pantalla, interpretando al mítico T. E. Lawrence en el telefilm Lawrence después de Arabia.
Ralph Fiennes debutó en el cine interpretando junto a Juliette Binoche al rencoroso Heathcliff en Cumbres borrascosas, versión de la novela de Emily Bronte más completa que la de William Wyler, pero infinitamente inferior. Pasó tan desapercibida que en España sólo se estrenó cuando el nombre de Fiennes empezaba a sonar. Tres cuartos de lo mismo ocurrió con El niño de Macon (rodada en 1993 y estrenada en España en 1998), un pretencioso drama de Peter Greenaway, donde era el hijo de un obispo anglicano, seducido por Julia Ormond. Así las cosas, Ralph Fiennes era un completo desconocido para el gran público, cuando el exigente Steven Spielberg le escogió en un casting para interpretar al sádico nazi Amon Goeth, en La lista de Schindler. Fiennes aprovechó la oportunidad mostrando con su elaborado trabajo la complejidad de un personaje que se odia a sí mismo, lo que desencadena explosiones irracionales de violencia y locura. Convertido en estrella, Fiennes obtuvo también una nominación al Oscar al mejor secundario.
Parece ser que en ese momento, le empezaron a llover las ofertas. Supo atinar de nuevo, escogiendo Quiz Show, film de Robert Redford que advertía de la manipulación televisiva, en la que interpretaba a Charles Van Doren, tipo de buena familia que participaba en un concurso amañado. Aquí sorprendía la capacidad de Fiennes para mostrar con pocos gestos el complejo dilema moral al que se enfrentaba su personaje, lo que también supo hacer en El paciente inglés, de Anthony Minghella. Allí, encarnaba al conde Laszlo de Almassy, incapaz de frenar la pasión amorosa que sentía por la esposa de uno de sus ayudantes. Aunque volvió a optar al Oscar, esta vez como actor principal, y la sobrevalorada película se hizo con la exageradísima cifra de nueve estatuillas, Ralph Fiennes fue de los únicos nominados del film en quedarse viéndolas venir.
No todo a Fiennes le ha salido bien. Divorciado de la actriz Alex Kingston, una de las doctoras de la serie Urgencias, acaba de romper con Francesca Annis, también actriz, con quien mantenía una relación desde hace once años. Ésta trabajó en un breve papel con el actor en Onegin, interesante adaptación de una novela del ruso Alexander Pushkin. Pasó injustamente desapercibida, mientras que el thriller de ciencia ficción Días extraños, Oscar y Lucinda y Sunshine supusieron pequeñas decepciones, y la adaptación de la serie Los Vengadores fue el fracaso artístico más estrepitoso de toda su carrera, y también de la Uma Thurman y Sean Connery. Acogida con la misma falta de entusiasmo, pero mucho más interesante es El fin del romance, en la que Neil Jordan llevaba al cine una obra de Graham Greene que había sido adaptada anteriormente con el título Vivir un gran amor. Fiennes volvía a brillar como novelista con numerosos elementos autobiográficos del propio Greene, y de nuevo entregado a una pasión extraconyugal. Dignos de mención son sus complejos retratos de psicópatas en El dragón rojo y Spider, y su incursión en la comedia romántica con Sucedió en Manhattan. El año pasado, Ralph Fiennes no paró de trabajar. Permanecen inéditas la tragicomedia The Chumscrubber, y el drama de época The White Countess, de James Ivory, con guión de Kazuo Ishiguro. “Es un film de otra época. Creo que será muy criticado por ser demasiado literario, porque incluye largos diálogos de los protagonistas. Pero Yasujiro Ozu también incluye largos diálogos en Cuentos de Tokio, considerada una obra maestra del Séptimo Arte”, comenta el actor. Tampoco se ha estrenado en nuestro país Chromophobia, segundo trabajo de su hermana Martha. Ofreció uno de los mejores trabajos del año como diplomático enamorado en El jardinero fiel. “Mi personaje, Justin, supuso un reto para mí. Porque es un diplomático forzado a reprimir sus emociones por su dedicación profesional, pero su relación con Tessa le permite explorar todas sus cualidades”, explica. Y tuvo tiempo para ponerle la voz al engreído cazador de Wallace y Gromit, la maldición de las verduras. También encarnó al diabólico Voldemor, el villano que acabó con la familia del protagonista, en Harry Potter y el cáliz de fuego, personaje que retomará en las siguientes entregas de la saga.
- Fuente: Juan Luis Sánchez
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