El corazón es un órgano cuya función es bombear sangre a todas las partes del cuerpo con el fin de aportar las sustancias necesarias para su funcionamiento, tales como el oxígeno y la glucosa. El corazón está formado principalmente por tejido muscular (miocardio) y está dividido en cuatro cavidades: dos aurículas y dos ventrículos. La sangre rica en oxígeno sale del corazón hacia los órganos por la arteria aorta, distribuyéndose a todos los puntos por múltiples ramificaciones. La sangre que retorna de los órganos es recogida por las venas y dirigida hacia el corazón.
El corazón, como todos los músculos, también necesita oxígeno y nutrientes para contraerse y así bombear la sangre; de hecho, el sistema cardiovascular destina las primeras arterias nacidas desde la aorta a la nutrición del corazón. Éstas son las arterias coronarias (véase figura 1).
El corazón, como todos los músculos, también necesita oxígeno y nutrientes para contraerse y así bombear la sangre; de hecho, el sistema cardiovascular destina las primeras arterias nacidas desde la aorta a la nutrición del corazón. Éstas son las arterias coronarias (véase figura 1).
Las arterias coronarias son dos, la arteria coronaria derecha y la arteria coronaria izquierda, que recorren la superficie del corazón en forma de diadema o corona. La arteria coronaria izquierda en seguida se divide en dos arterias llamadas arteria circunfleja y arteria descendente anterior, de forma que en la práctica hablamos de tres arterias coronarias principales: la descendente anterior, la circunfleja y la coronaria derecha.
Las necesidades de oxígeno de los diferentes órganos del cuerpo varían continuamente a lo largo del día, dependiendo de la actividad. El sistema cardiovascular debe poseer una gran capacidad de adaptación, ya que tiene que responder a diferentes requerimientos de consumo energético, tan distintos como pueden ser dormir o jugar un partido de fútbol. Esta adaptación se consigue fundamentalmente modificando la fuerza y la frecuencia con las que el corazón se contrae. De esta forma, en determinadas circunstancias, tales como el ejercicio físico o el estrés, las necesidades energéticas y de oxígeno del propio músculo cardíaco pueden aumentar, exigiendo por parte de las arterias coronarias un mayor aporte de sangre.
Las necesidades de oxígeno de los diferentes órganos del cuerpo varían continuamente a lo largo del día, dependiendo de la actividad. El sistema cardiovascular debe poseer una gran capacidad de adaptación, ya que tiene que responder a diferentes requerimientos de consumo energético, tan distintos como pueden ser dormir o jugar un partido de fútbol. Esta adaptación se consigue fundamentalmente modificando la fuerza y la frecuencia con las que el corazón se contrae. De esta forma, en determinadas circunstancias, tales como el ejercicio físico o el estrés, las necesidades energéticas y de oxígeno del propio músculo cardíaco pueden aumentar, exigiendo por parte de las arterias coronarias un mayor aporte de sangre.
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