Nunca se ha dejado encasillar. Ha bordado a personajes inquietantes, como el villano de “Footloose”, y se le dan especialmente bien los psicópatas, pero también ha tenido tiempo de demostrar su valía para dar vida a inocentes padres de familia o al mismísimo Winston Churchill. Un poco desconocido para la inmensa mayoría, John Lithgow ha sido durante décadas uno de los grandes secundarios estadounidenses.
Nacido el 19 de octubre de 1945, en Rochester, Nueva York, a John Arthur Lithgow –su nombre completo– la vocación interpretativa le viene de familia, tanto por parte de madre, la actriz Sarah Jane Lithgow, como de su progenitor, el empresario y director teatral Arthur Washington Lithgow III, dueño del Teatro McCarter, de Princeton. Considerado en su clase un cerebrito desde muy pequeño, estudió Historia y Literatura Inglesa en la Universidad de Harvard, donde se graduó con Magna Cum Laude, compartiendo campus con el actor Tommy Lee Jones y el después vicepresidente Al Gore. Gracias a una beca Fulbright pudo matricularse en la Academia de Música y Arte Dramático de Londres.
“Decidí dedicarme a la interpretación en busca del afecto del público”, comentaba en una ocasión. “Así que aproveché que tengo energía creativa a mansalva”. Al principio de su carrera como actor compartió los escenarios en varias ocasiones con Meryl Streep, con la que coincidió en la compañía The Public Theatre, de su ciudad natal. Con “The Changing Room”, de 1973, logró su primera candidatura al Tony, el más importante premio del teatro norteamericano (posteriormente ganaría dos). Debutó en el cine con la olvidada Dealing: Or the Berkeley-to-Boston Forty-Brick Lost-Bag Blues, pero a John Lithgow le dio su primer papel importante Brian de Palma, que le convirtió en Robert, socio del promotor inmobiliario al que da vida Cliff Robertson en Fascinación, remake encubierto de Vértigo, de Alfred Hitchcock. El italoamericano le rescataría para Impacto y En nombre de Caín, donde daba vida a Burke y a Carter, temibles asesinos en serie.
Poco a poco cimentó un inmenso prestigio en el celuloide, por ejemplo con el personaje de Lucas Sergeant, director y coreógrafo de Broadway, en la legendaria All That Jazz (Empieza el espectáculo). A principios de los 80 logró dos candidaturas al Oscar al mejor secundario por sendas adaptaciones literarias, El mundo según Garp y La fuerza del cariño. Pero a los jóvenes de los 90 se les quedó grabada su cara cuando dio vida al pasajero de un avión que descubría a un demonio destrozando el ala, y todo el mundo le tomaba por un paranoico, en En los límites de la realidad. “Es mi personaje favorito de todos los que he interpretado”, comentaría en una entrevista. Durante esa época tuvo tiempo de aparecer como el sádico reverendo en contra de la música de Footloose, un doctor en 2010: Odisea 2, y un padre de familia en Bigfoot y los Henderson, bodrio indescriptible con el único atractivo de que John Lithgow daba vida a un padre de familia normal y hasta entrañable, que se hace amigo de un afable monstruo (un tipo disfrazado con un traje bastante cutre).
En los 90, John Lithgow se convirtió en uno de los villanos oficiales del cine más comercial, con títulos como Ricochet y Máximo riesgo, y posteriormente dio vida a Arthur Mitchell, astuto asesino en serie que aparecía en la cuarta temporada de Dexter, y se convertía en el antagonista más recordado de la serie. También dio vida al editor de The Washington Post, en El informe Pelícano, y a un juez en Acción civil. Al actor se le da bastante bien dar vida a personajes reales, como el realizador Blake Edwards, en Llámame Peter, el padre del biólogo estadounidense Alfred Kinsey, en Kinsey, y sobre todo el primer ministro británico Winston Churchill, en la primera temporada de The Crown. “No entendía por qué me habían escogido para ese personaje”, recuerda. “Soy estadounidense y soy mucho más alto. Me sentía intimidado por los grandes actores que han encarnado el personaje en los últimos tiempos, como Gary Oldman. Cuando rodé el primer capítulo a las órdenes de Stephen Daldry le pregunté por qué habían pensado en mí. Y su respuesta me tiene desconcertado. Me dijo que la madre de Churchill también era yanqui”.
Se divorció en 1980, tras catorce años de matrimonio, de Jean Taynton, con la que tuvo dos hijos, Ian –que sigue sus pasos como actor– y Phoebe. A continuación se emparejó con Mary Yeager, con la que tuvo a Nathan, su tercer retoño. Sigue en activo pese a su avanzada edad, con títulos como la serie The Old Man, donde interpreta a un agente de la CIA (“Con las ganas que tenía de trabajar con Jeff Bridges y pasamos un año rodando la serie por separado”, ha comentado), y Killers of the Flower Moon, en la que se ha puesto a las órdenes de Martin Scorsese.
Nacido el 19 de octubre de 1945, en Rochester, Nueva York, a John Arthur Lithgow –su nombre completo– la vocación interpretativa le viene de familia, tanto por parte de madre, la actriz Sarah Jane Lithgow, como de su progenitor, el empresario y director teatral Arthur Washington Lithgow III, dueño del Teatro McCarter, de Princeton. Considerado en su clase un cerebrito desde muy pequeño, estudió Historia y Literatura Inglesa en la Universidad de Harvard, donde se graduó con Magna Cum Laude, compartiendo campus con el actor Tommy Lee Jones y el después vicepresidente Al Gore. Gracias a una beca Fulbright pudo matricularse en la Academia de Música y Arte Dramático de Londres.
“Decidí dedicarme a la interpretación en busca del afecto del público”, comentaba en una ocasión. “Así que aproveché que tengo energía creativa a mansalva”. Al principio de su carrera como actor compartió los escenarios en varias ocasiones con Meryl Streep, con la que coincidió en la compañía The Public Theatre, de su ciudad natal. Con “The Changing Room”, de 1973, logró su primera candidatura al Tony, el más importante premio del teatro norteamericano (posteriormente ganaría dos). Debutó en el cine con la olvidada Dealing: Or the Berkeley-to-Boston Forty-Brick Lost-Bag Blues, pero a John Lithgow le dio su primer papel importante Brian de Palma, que le convirtió en Robert, socio del promotor inmobiliario al que da vida Cliff Robertson en Fascinación, remake encubierto de Vértigo, de Alfred Hitchcock. El italoamericano le rescataría para Impacto y En nombre de Caín, donde daba vida a Burke y a Carter, temibles asesinos en serie.
Poco a poco cimentó un inmenso prestigio en el celuloide, por ejemplo con el personaje de Lucas Sergeant, director y coreógrafo de Broadway, en la legendaria All That Jazz (Empieza el espectáculo). A principios de los 80 logró dos candidaturas al Oscar al mejor secundario por sendas adaptaciones literarias, El mundo según Garp y La fuerza del cariño. Pero a los jóvenes de los 90 se les quedó grabada su cara cuando dio vida al pasajero de un avión que descubría a un demonio destrozando el ala, y todo el mundo le tomaba por un paranoico, en En los límites de la realidad. “Es mi personaje favorito de todos los que he interpretado”, comentaría en una entrevista. Durante esa época tuvo tiempo de aparecer como el sádico reverendo en contra de la música de Footloose, un doctor en 2010: Odisea 2, y un padre de familia en Bigfoot y los Henderson, bodrio indescriptible con el único atractivo de que John Lithgow daba vida a un padre de familia normal y hasta entrañable, que se hace amigo de un afable monstruo (un tipo disfrazado con un traje bastante cutre).
En los 90, John Lithgow se convirtió en uno de los villanos oficiales del cine más comercial, con títulos como Ricochet y Máximo riesgo, y posteriormente dio vida a Arthur Mitchell, astuto asesino en serie que aparecía en la cuarta temporada de Dexter, y se convertía en el antagonista más recordado de la serie. También dio vida al editor de The Washington Post, en El informe Pelícano, y a un juez en Acción civil. Al actor se le da bastante bien dar vida a personajes reales, como el realizador Blake Edwards, en Llámame Peter, el padre del biólogo estadounidense Alfred Kinsey, en Kinsey, y sobre todo el primer ministro británico Winston Churchill, en la primera temporada de The Crown. “No entendía por qué me habían escogido para ese personaje”, recuerda. “Soy estadounidense y soy mucho más alto. Me sentía intimidado por los grandes actores que han encarnado el personaje en los últimos tiempos, como Gary Oldman. Cuando rodé el primer capítulo a las órdenes de Stephen Daldry le pregunté por qué habían pensado en mí. Y su respuesta me tiene desconcertado. Me dijo que la madre de Churchill también era yanqui”.
Se divorció en 1980, tras catorce años de matrimonio, de Jean Taynton, con la que tuvo dos hijos, Ian –que sigue sus pasos como actor– y Phoebe. A continuación se emparejó con Mary Yeager, con la que tuvo a Nathan, su tercer retoño. Sigue en activo pese a su avanzada edad, con títulos como la serie The Old Man, donde interpreta a un agente de la CIA (“Con las ganas que tenía de trabajar con Jeff Bridges y pasamos un año rodando la serie por separado”, ha comentado), y Killers of the Flower Moon, en la que se ha puesto a las órdenes de Martin Scorsese.
- Fuente: Juan Luis Sánchez
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