Podría ser un actor versátil si se lo propusiera, pero prefiere darle al público lo que se espera de él. Hugh Grant ha encontrado un filón con sus típicos personajes caraduras, de sonrisa picarona, algo ególatras, dotados de un encanto irresistible. Ha arrasado en las taquillas gracias a su innata capacidad para seleccionar películas con chispa y tirón popular. En los 90 se convirtió en el Rey de la comedia romántica, y de momento no hay quien le haga abdicar.
Hijo de un vendedor de alfombras y de una profesora, John Mungo Grant nació el 9 de septiembre de 1960 en la capital británica. El chico procede de una ‘buena familia’, los Grant de Glenmoriston, que a lo largo de la historia ha dado prestigiosos médicos y militares. Como corresponde a tan exquisito linaje, el chico estudió en un exclusivo colegio británico, Latymer Upper School, sólo para hombres, donde triunfaba en deportes típicamente ‘british’ como el cricket. No podía estudiar en otro sitio que no fuera la Universidad de Oxford, donde se licenció en Literatura Inglesa. Su carisma ya se hacía notar en el campus, donde arrasaba con sus dotes de seductor nato. “Yo conocí a Hugh Grant en una fiesta en Oxford. Tenía algo mágico. Ya era una estrella sin haber hecho nada”, comentó la actriz Anna Chancellor, que fue su compañera de reparto en Cuatro bodas y un funeral. Durante sus años de estudiante descubrió sus habilidades interpretativas tras unirse al club de drama de Oxford para pasar el rato. Antes de acabar, ya había debutado en el cine con Privileged, en cuyos títulos de crédito aparecía como Hughie Grant.
Después de ejercer todo tipo de trabajos, como crítico de libros, guionista televisivo y productor de anuncios radiofónicos, Hugh Grant fundó su propia compañía teatral, ‘The Jockeys of Norfolk’, con un par de amiguetes actores. Además, interpretó papeles en montajes teatrales de obras como ‘Llama un inspector’. Fue el director James Ivory quién le dio su primera gran oportunidad en Maurice, la adaptación de la novela de E.M. Forster que describía la pasión homosexual de dos compañeros de un ‘college’ inglés. Junto con James Wilby –que encarnaba al personaje aludido en el título– obtuvo el premio a la mejor interpretación en el Festival de Venecia. Al año siguiente fue el perfecto Lord Byron en Remando al viento, la mejor película del realizador español Gonzalo Suárez, sobre la noche en la que Mary Shelley escribió ‘Frankenstein’. Durante el rodaje, se enamoró de una compañera de reparto, la modelo Elizabeth Hurley, con quien mantuvo una relación que duró hasta el año 2000. Y eso que ella parecía haberle perdonado tras el escándalo que se levantó cuando Grant fue arrestado en Los Angeles por contratar a una prostituta.
Tras un intenso papel dramático en Lunas de hiel, Grant fue repescado por James Ivory para interpretar un personaje secundario en Lo que queda del día. El gran punto de inflexión en su carrera fue Cuatro bodas y un funeral que le catapultó al estrellato. Esta original cinta de Mike Newell –con guión de Richard Curtis– sobre un solterón inglés que se enamora de una norteamericana con la que se reencuentra en las ceremonias aludidas en el título, se convirtió en el mayor éxito internacional del cine británico hasta ese momento. Grant fue premiado con el BAFTA y el Globo de Oro. A continuación repitió con Newell en el discreto drama Una insólita aventura.
Durante un tiempo, Grant combinó los papeles de época, en películas como Restauración y sobre todo Sentido y sensibilidad, con la comedia (Nueve meses, El inglés que subió a una colina, pero bajó una montaña) e incluso hizo sus pinitos como productor en el terreno del thriller con Al cruzar el límite, donde también era el protagonista. Pero el fracaso comercial de este último film le hizo encasillarse a sí mismo por completo en el género donde tenía más tirón, la comedia romántica. A partir de ese momento, Grant demostró un buen olfato para encontrar proyectos donde pudiera interpretarse a sí mismo, en beneficio de la película, como Notting Hill (con su memorable junket periodístico), Mickey ojos azules, Amor con preaviso o American Dreamz. Woody Allen supo acentuar su lado ‘caradura’ en Granujas de medio pelo, y desde entonces Grant se parodia un poco a sí mismo en cintas como El diario de Bridget Jones –donde era un mujeriego con pocos escrúpulos–, su continuación Bridget Jones: sobreviviré, la adaptación de una novela de Nick Hornby Un niño grande –donde realiza sin duda uno de sus mejores trabajos, como un cínico desvergonzado que se dedica a darse la gran vida gracias a las rentas familiares– y Tú la letra, yo la música, donde era una estrella del pop ochentero venido a menos. En Love Actually repitió su registro habitual para dar vida al primer ministro británico más improbable de la historia del cine. Y en la francesa Obras en casa hacía un pequeño cameo como el nuevo vecino.
- Fuente: Juan Luis Sánchez
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