Mucha. Los datos no pueden ser más contundentes. En la REWHO, la Región Europea (52 países) de la Organización Mundial de la Salud (OMS), los accidentes en general (las lesiones) matan cada día a 2.000 personas y llevan a 60.000 al hospital. En los noticiarios de los fines de semana, en todas las sociedades desarrolladas, se incluyen dos informaciones de forma fija: la primera de ellas es, por supuesto, la información deportiva, y la segunda, mucho más pequeña pero tozudamente persistente, la que se refiere a los accidentes de tráfico ocurridos durante el fin de semana.
Como con todas las noticias habituales, la atención que se les presta es generalmente rutinaria. Quizá una breve mirada a las siempre espectaculares imágenes de coches destrozados, algún ligero comentario… Detrás de cada una de estas cotidianas imágenes y estadísticas se esconde una realidad absolutamente dramática. Muertes, cuerpos destrozados, algunos de ellos con secuelas irrecuperables, tanto físicas como psíquicas. Personas y familias destrozadas. La reacción más habitual, probablemente autodefensiva, ante esta cruda realidad («A mí, a los míos, no nos pasará») es totalmente equivocada: los accidentes de tráfico nos afectan y nos pueden afectar a todos.
La mortalidad anual supera las 4.000 personas en España: un drama intolerable y un auténtico problema de salud que afortunadamente parece ir en descenso en los últimos meses. Dado que los accidentes de tráfico afectan principalmente a los estratos sociales más jóvenes y activos (las lesiones son la principal causa de mortalidad por debajo de los 45 años), el coste social es altísimo, tan alto como para que se justifique claramente la adopción decidida de todo tipo de medidas para paliar esta situación.
Como con todas las noticias habituales, la atención que se les presta es generalmente rutinaria. Quizá una breve mirada a las siempre espectaculares imágenes de coches destrozados, algún ligero comentario… Detrás de cada una de estas cotidianas imágenes y estadísticas se esconde una realidad absolutamente dramática. Muertes, cuerpos destrozados, algunos de ellos con secuelas irrecuperables, tanto físicas como psíquicas. Personas y familias destrozadas. La reacción más habitual, probablemente autodefensiva, ante esta cruda realidad («A mí, a los míos, no nos pasará») es totalmente equivocada: los accidentes de tráfico nos afectan y nos pueden afectar a todos.
La mortalidad anual supera las 4.000 personas en España: un drama intolerable y un auténtico problema de salud que afortunadamente parece ir en descenso en los últimos meses. Dado que los accidentes de tráfico afectan principalmente a los estratos sociales más jóvenes y activos (las lesiones son la principal causa de mortalidad por debajo de los 45 años), el coste social es altísimo, tan alto como para que se justifique claramente la adopción decidida de todo tipo de medidas para paliar esta situación.
Estas medidas implican a autoridades (de infraestructuras, de seguridad viaria, sanitarias) y a fabricantes de vehículos. Sin duda, implican también a los conductores y ocupantes de todo tipo de vehículos y a los peatones. Detrás de cada accidente hay vidas y familias radicalmente trastocadas por un episodio que tenemos tendencia a considerar una fatalidad, algo inevitable. Bien al contrario, los accidentes se desencadenan por circunstancias concretas y repetitivas que los hacen básicamente prevenibles y son, por tanto, y aunque pueda parecer utópico, evitables.
De la misma manera, las consecuencias de las lesiones después de un accidente van a cambiar, y a veces este cambio puede ser radical, según cuáles sean los sistemas de protección de los vehículos implicados o las vías por las que se circula y según cuál sea la atención sanitaria recibida por el accidentado.
En 2002, se estima que las lesiones (daños físicos que se producen cuando un cuerpo humano es sometido bruscamente a una cantidad de energía que excede la tolerancia fisiológica al trauma) causaron aproximadamente ochocientas mil muertes en la Región Europea de la OMS (8,3% de la mortalidad global). Los accidentes de tráfico produjeron 127.000 muertes (el 55% de las víctimas tenían entre 15 y 44 años) y lesionaron o incapacitaron a 2,4 millones de personas. El 75% de los accidentes ocurren en varones.
De la misma manera, las consecuencias de las lesiones después de un accidente van a cambiar, y a veces este cambio puede ser radical, según cuáles sean los sistemas de protección de los vehículos implicados o las vías por las que se circula y según cuál sea la atención sanitaria recibida por el accidentado.
En 2002, se estima que las lesiones (daños físicos que se producen cuando un cuerpo humano es sometido bruscamente a una cantidad de energía que excede la tolerancia fisiológica al trauma) causaron aproximadamente ochocientas mil muertes en la Región Europea de la OMS (8,3% de la mortalidad global). Los accidentes de tráfico produjeron 127.000 muertes (el 55% de las víctimas tenían entre 15 y 44 años) y lesionaron o incapacitaron a 2,4 millones de personas. El 75% de los accidentes ocurren en varones.
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