Entre Pétalos

Tu Rincón de Lectura



Nº de páginas: 432
Editorial: Grijalbo
Idioma: Castellano
Encuadernación: Tapa blanda / eBook
ISBN: 9788425363634 / 9788425363641
Año de edición: 2023
Plaza de edición: ES
Fecha de lanzamiento: 13/04/2023
Alto: 22.9 cm
Ancho: 15.5 cm
Grueso: 3.1 cm
Peso: 565 gr
Colección: Grijalbo Narrativa

Cada sábado de mercadillo, Mara acompaña a su padre en el puesto familiar. En ese entorno multicultural nadie cuestiona su identidad ni su valía. En cambio, en el instituto donde acaba de empezar a trabajar, sufre miradas de desden por parte de sus compañeros.

Acostumbrada a luchar contra el estigma, esta profesora gitana no se dejará amedrentar y, ante sus nuevos alumnos, pondrá en valor la cultura y la historia de su pueblo. Sin embargo, cuando se entera de que dos de sus alumnas gitanas están a punto de abandonar los estudios, Mara se debatirá entre el respeto a sus raíces y esa rebeldía innata que siempre ha hecho que se cuestione algunas tradiciones.

Con una pluma sensible y honesta, Lola Cabrillana narra la valentía de una profesora que se rebela contra los estereotipos que sufre su comunidad y lucha por dignificar a la mujer gitana.

“Cuando alguien toma una decisión importante, siempre duda de si se estará equivocando. Yo nunca quise volver a la «aldea» y, sin embargo, ahí estaba.

Los años habían tratado bien a esa calle larga y estrecha de las afueras del pueblo que albergaba una decena de casas humildes, pequeños hogares heredados de padres a hijos. Sus alrededores, en cambio, se habían trasformado tanto que me costó reconocer el lugar. El entorno rural se había fundido con las urbanizaciones de lujo que muchos extranjeros habían escogido para disfrutar de una vida tranquila a orillas del mar, cobijados por la montaña, que, altiva, enmarcaba sus jardines.

En esa aldea había pasado mi infancia correteando con una veintena de niños con los pies siempre empolvados, unidos por el afán de atesorar una travesura tras otra. Al cruzar de nuevo aquella calle, un pellizco de nostalgia me acompañó a lo largo del camino, junto con los recuerdos que iban aflorando como fotografías de una vieja cámara olvidada.

La alegría de obtener una plaza definitiva en el instituto del pueblo donde nací se había visto empañada por el fallido intento de encontrar un alojamiento, pues el turismo vacacional se había tragado sin piedad los alquileres a precios asequibles, así que la única alternativa que tuve fue aceptar el ofrecimiento de vivir en la casa de la Yaya.

En mi memoria, el hogar de mi bisabuela, la que sería ahora mi residencia, era una casa enorme donde nos reuníamos todos los chiquillos para merendar rebanadas de pan tostado con mantequilla y beber un líquido caliente que nos presentaban como chocolate pero que sabía a fondo de olla quemada. Sin embargo, lo que tenía delante era una casa vieja y menguada, que se mantenía en pie con dignidad, a pesar de las visibles grietas en la cal de sus paredes.

En esa calle había reído siendo una niña y llorado al marcharme, en mi adolescencia, por las decisiones que otros tomaron.

Me bajé del coche para admirar la fachada principal, adornada con viejas macetas que la llenaban de flores de vivos colores. Tuve que ponerme de puntillas para alcanzar el geranio. Ahí, entre las ramas y la tierra húmeda, justo donde Manuel me había dicho que estarían, encontré las llaves.

Emocionada me acerqué a la vieja puerta de madera maciza. La gruesa capa de polvo que la cubría no conseguía ocultar los arañazos que mis primos y yo habíamos trazado en ella, heridas de guerra contra el aburrimiento cuando el mar se volvía gris y ajeno, y tan solo nos quedaba la calle como escenario del juego.

Impaciente por reencontrarme con las habitaciones de mi infancia, abrí la puerta empujándola con fuerza y di un par de pasos, pero me despisté un segundo y se cerró dejándome a oscuras. No veía absolutamente nada. Orientada apenas por un tenue rayo que se colaba por las rendijas de una persiana, me encaminé a tientas hacia una de las ventanas. Entonces sentí que algo se paseaba por mi pie. Mi grito retumbó en la casa vacía, y quizá también en todas las casas de la aldea. Nerviosa, me apresuré a descorrer las cortinas y vi una enorme lagartija escabulléndose por las baldosas rojizas; huía de mí sin imaginarse que yo era la que estaba más asustada de las dos. Desapareció de mi vista dejándome la duda de si por la noche querría dormir acompañada y me visitaría cuando estuviera metida en la cama. Menuda bienvenida.

Aún con el susto en el cuerpo, me asomé a la cocina, que estaba exactamente igual que como la recordaba, con gruesos muebles de madera en la parte de arriba y viejas cortinillas, estampadas de colores gastados en sustitución de las puertas en la de abajo. En el centro había una enorme mesa rodeada de sillas, cada una de una época y un estilo diferentes. Me acerqué y acaricié el hule que la cubría. Era robusto, reforzado en las esquinas con un hilo que en algún momento lució blanco. Los fuegos de la cocina seguían siendo los mismos que Manuel y yo utilizamos para hacer palomitas de maíz aquella memorable tarde de invierno.”

4,5
4,5 de 5 estrellas (basado en 2 reseñas)
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He disfrutado cada página

20 de abril de 2024

Rápido y fácil de leer y personajes a los que coges cariño rápidamente. Aunque el final se venía venir desde antes de la mitad del libro, he disfrutado cada página.

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Yous

Me ha gustado mucho

20 de abril de 2024

Me ha gustado mucho. Desde el principio te mantiene pendiente del desarrollo de la historia. Te muestra cómo son las costumbres de la raza gitana, como se van superando las mujeres a pesar de los obstáculos de sus costumbres. Una bonita historia de superación.

Avatar para Josefina
Josefina

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